Palma de Mallorca cuenta a día de
hoy con siete parques y medio. Seis y medio, si consideramos el Bosque de
Bellver como su propio nombre indica. En 1998, el primer premio de Carme Pinós en el concurso de ideas
para el Parc de Ses Estacions supuso una, llamémosla, esperanza verde para una
ciudad donde el espacio verde público brillaba por su ausencia, limitándose a
algunas áreas pavimentadas con unas pocas palmeras y aun menos zonas de sombra.
La obra, que se esforzó en emular los pulmones de grandes ciudades como Londres
o Nueva York (salvando las escalas), se inauguró meses después –justo antes de
las elecciones- y concluyó definitivamente en el año 2000. Por fin, Palma podía
presumir de un parque urbano, de un espacio de relación y esparcimiento en el
centro del ensanche. Pero en la ciudad de los castillos de arena, las
construcciones solo permanecen hasta que llega la siguiente ola… Esta vez, la
ola llegó en forma de estación de metro y la obra de Pinós, premio Nacional de
Arquitectura, desapareció bajo un diseño clasicista (con sus surtidores, sus
rejas puntiagudas y sus castillos infantiles homologados) cuyo diseñador se ha
mantenido en el anonimato.
Por lo demás, mucho hormigón,
grandes lagos e intentos frustrados de corredores verdes que, tras años de
discusión, continúan interrumpidos por cementerios y estadios en estado de
ruina.
¡Pero no desesperemos! Porque
hoy, los alumnos de 2º de primaria del colegio Santa Mónica nos han devuelto la
esperanza. Conocidos los ciclos del agua, la importancia de los animales en
entornos urbanos, los efectos beneficiosos de las plantas y muchos tipos de
pavimentos –entre otras cosas-, han llenado sus parques de árboles, de flores,
de bancos, de farolas, de pérgolas, de fuentes, de lagos... De todo lo que
queremos encontrarnos en medio de nuestras ciudades. Muchas, muchas gracias por
vuestro soplo de aire fresco.
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