La enorme diferencia entre las ciudades europeas y asiáticas (por citar una de ellas) es la velocidad con que éstas han recorrido un camino que en el caso de las primeras llevó varios siglos. En solo 20 años, 400 millones de orientales han pasado del medio rural al urbano, obligando al desarrollo frenético de las urbes y a la generación de sistemas de comunicación basados en la movilidad y la velocidad de desplazamientos. Un avance que, en ciertos aspectos, ha supuesto un paradójico retroceso en la calidad de vida de los ciudadanos, forzados a convivir con niveles extremos de polución, escasez de agua potable y una notable carencia de espacios de relación. Pero en medio de este escenario, sobrevive -no sin esfuerzo-un oasis urbano sostenible, tanto en su estructura física y social: un área semi-compacta de viviendas autoconstruidas que conserva la escala humana gracias a sus calles estrechas, por las que corren los niños y ruedan las bicicletas, o a los patios comunitarios de sus viviendas, donde los vecinos inventan creativas redes de relación y cohesión social. Una organización que nos traslada a las tradicionales corralas madrileñas, de balcones corridos y verbenas vecinales; que nos hace pensar que, por muy lejos que estemos, siempre encontraremos resquicios de nuestras raíces sociales.
Los hutong de Beijing y las corralas madrileñas: ejemplos de cohesión social
Con todas estas premisas, un grupo de alumnos de 6º del Colegio San Ramón y San Antonio (Madrid) se han adentrado en un formato extendido de nuestro ya internacional Sofá. Durante una semana, han trabajado codo con codo –mega con mega- con veinte estudiantes de la Tsinghua International School Beijing, siempre que las restricciones gubernamentales lo permitían, con el fin de intercambiar impresiones sobre ambas ciudades. Como es habitual en el ciclo, se han servido de las nuevas tecnologías para mantener una comunicación continuada con sus colegas pequineses, materializada en una videoconferencia donde no faltaron preguntas, canciones e, incluso, conciertos de música tradicional de la mano de una de las alumnas.
Momentos musicales de la conexión Madrid-Beijing, coro incluido
Reflexiones, muchas; todas ellas bajo la lógica aplastante de los 12 años:
- ¿Por qué el gobierno Chino limita la comunicación e información de sus ciudadanos?
- Si es tan complicado adquirir los derechos básicos, ¿por qué la gente no se va a vivir a otro sitio?
- Y si la polución es un problema tan grave, ¿por qué no dejan de fabricarse coches?
Frente a ellas, no nos queda más que soñar con que nuestros dirigentes recobran, aunque sea por un momento, la madurez de cuando eran niños.
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