lunes, 17 de febrero de 2014

Patufet, on ets? 15 de febrero de 2014

Tras comprobar qué responde Google a la llamada dibujo+casa+niño, extrañan algo menos las declaraciones sobre inteligencia infantil que sostenía Elsa Punset hace unos meses (1). Por ello, queremos aprovechar el inicio de este post para reflexionar acerca de las ideas preconcebidas que, consciente o inconscientemente, inculcamos a nuestros pequeños a modo de paradigmas. Porque, ¿en qué momento asumimos que todos –y queremos decir todos, incluso los personajes más extraños- vivimos en casitas de planta baja, con cubierta a dos aguas y pequeñas ventanas con parteluces? Y lo más curioso: ¿cuántos de nosotros vivimos realmente en un edificio de tales características? Si algo tienen los niños, es una capacidad de observación infinita, una curiosidad innata que, sumada a su enorme imaginación, se convierte en la herramienta perfecta para el desarrollo de su inteligencia, tanto emocional como intelectual. Por tanto, convendría hacer autocrítica de esos límites que sin querer imponemos. Tratar de ser nosotros quienes aprendamos de sus procesos de pensamiento, sin pautas ni ideas preconcebidas. Creernos que los monstruos que viven en Saturno tienen casas muy raras (raras, a nuestros ojos), con paredes inmateriales, que se traspasan con una leve presión... Por ejemplo.

Pero no nos pongamos demasiado dramáticos, porque al margen de esta introducción, está el extraordinario trabajo en equipo que llevaron a cabo los miniarquitectives del pasado sábado. Cual ciudadanos de Lilliput, los trece participantes nos quitaron las herramientas de las manos (literalmente) para construir al unísono sus propios refugios. Tras los “Corta por aquí” y “Sujeta por allá” que no pararon de escucharse en la sesión, ocuparon orgullosos sus nuevos pabellones, que durante los próximos días harán las delicias de los visitantes del Colegio de Arquitectos de Palma.

Una vez más, ENHORABUENA. 




(1) ¿Qué es pensamiento divergente? Es la capacidad de encontrar muchas respuestas a una pregunta. ¿Qué hacen en las escuelas? Te enseñan que hay una respuesta a una pregunta. Esto es lo contrario a la complejidad de la vida. Esto a la gente le hace sentirse muy bien. Te permite contabilizar si este niño se sabe o no se sabe las preguntas y darle un diplomita al final que no le sirve de casi nada. Hay que replantearse el sistema.  La mente humana es extremadamente creativa. El 98% de los niños hasta los cinco o seis años son genios en pensamiento divergente, pueden dar unas doscientas respuestas a la misma pregunta. A medida que pasan los años, los niños bajan la tasa de respuesta y también la creatividad. Y son años que pasan en la escuela. Algo tendrá que ver. ¿Cómo es posible que algo que es tan llamativo en el cerebro humano que es la capacidad de imaginar, inventar, de soñar, de elucubrar, de crear, no la estemos fomentando? Podríamos darle un empujoncito librándonos de estructuras muy arcaicas para permitir que la gente desarrolle este potencial de creatividad que tenemos.

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