“Todos los niños son genios. Lo que debería hacer la educación es evitar que dejaran de serlo”.
Así arrancaba su ponencia José Antonio Marina, catedrático de filosofía y floricultor, el pasado sábado en el VII Encuentro La ciudad delos niños. Y es que en muchas ocasiones nosotros, los adultos, esos que nos creemos en la obligación de proteger a los más pequeños del feroz mundo exterior, obviamos la capacidad que tienen los grandes bajitos de ofrecernos una visión del mundo desprovista de cinismo y de apatía.
La séptima edición de los encuentros que organiza, con carácter bianual, el equipo de Acción Educativa, ha estado centrada en la influencia que ejercen los medios de comunicación sobre la infancia y en cómo esta concibe la información que le llega a través de los mismos. Independientemente de la postura personal de cada uno, tecnofílca o tecnofóbica (como definía Heike Freire durante su intervención), resulta evidente que los avances tecnológicos avanzan a ritmo frenético, en paralelo al desarrollo urbano, cada vez más deshumanizado y falto de identidad. En este marco contradictorio, José Antonio Corraliza, catedrático de psicología, propone recuperar la huella humana en las ciudades actuales, volviendo a narrar nuestra vida y emociones a través de los espacios que ocupamos. Factores como la carencia de identidad visual, la pérdida de intensidad en las relaciones sociales, la proliferación de “no-lugares”, la dificultad de movilidad por la extensión de un urbanismo defensivo o la creciente mercantilización de la ciudad convierten los espacios urbanos en lugares resbaladizos, exentos de significado, y provocan la pérdida total de referencias a nivel social y espacial.
En este sentido, Eva Pujadas, Profesora del Departamento de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, insistía en que la lectura del mundo debe preceder a la lectura de la palabra. Entender el contexto y la estructura del medio nos llevará a diferenciar entre mirar y ver el mundo, a estar por encima de la visión subjetiva que imponen los medios de comunicación. Se trata, pues, de ayudar a los niños a comparar, a cambiar la relación estereotipada entre las imágenes y las palabras, a huir de sentencias como “así son las cosas, y así se las hemos contado”. Se trata, como contaba Calvino en sus Ciudades invisibles, de recorrer la calle como páginas escritas.
Y en ese camino, no podemos olvidar que los niños, aunque no tengan derecho al sufragio, tienen voz –y mucha- frente a los problemas actuales y frente al desarrollo de las ciudades de que hablamos. Pero para que esa voz se oiga, es imprescindible que nosotros, los adultos, esos que usamos palabras grandilocuentes para contar el mundo, nos agachemos para explicárselo todo en su idioma (que no significa en tono más agudo).
Imagen de presentación del Encuentro
muy bonita
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