Sábado 14 de noviembre
Corbu, el primer arquitective.
Corbu, el primer arquitective.
Corbu era un niño que, desde muy pequeño, quería ser arquitective. Se preguntaba qué le haría falta para convertirse en el mejor de los arquitectives: un arquitective que fuese capaz de diseñar la casa más cómoda del mundo, donde todos se sintiesen a gusto. Quería construir una casa donde pudieran vivir él, sus padres, sus abuelos, pero también su perro, su canario, sus plantas y todos sus juguetes. Quería que en su casa se pudiese jugar, leer, dormir, comer, reunirse con sus amigos, estar solo, bailar... Donde no hiciera frío ni calor, donde pudiese resguardarse de la lluvia y desde donde no se oyera demasiado el ruido de los coches. A Corbu se le ocurrió que lo mejor que podía hacer era conocer todas las casas del mundo, de todas las épocas y de todos los países y empezó a construir una máquina del tiempo...
¿Dónde empieza el diseño de una casa?
En ese dibujo tan raro donde la cama es un rectángulo y la puerta un semicírculo. Donde, con un poco de imaginación, podemos recorrer todas las habitaciones y averiguar por qué la cocina es más pequeña que el salón. Después, una vez nos acostumbramos a caminar por el plano, conseguimos con gran éxito dibujar la planta de nuestra propia casa... ¡Con muebles y todo!
Uni y pluri
Casas que vuelan, que flotan en un lago, que se pliegan para cubrir a los coches. Casas que parecen manchas de leche, con tejados verdes, ¡casas de vidrio! Casas puente, casas muy pequeñas...
Edificios como troncos de árbol, como bancos, como trasatlánticos. Edificios donde se enchufan cajas-dormitorio, con agujeros, con escaleras o con balcones de colores.
Y todos estos edificios (que cada cual elija el suyo) se juntan para formar...
Los pueblos y las ciudades
Entonces aparecen las calles, alrededor de las cuales se agrupan las viviendas en manzanas cerradas, en manzanas abiertas, en torres o aisladas. Dependiendo de cómo se agrupen, las ciudades se verán muy distintas y podremos averiguar las ventajas e inconvenientes de cada una. ¿Jugamos a ordenar la ciudad?
Conclusiones
Está claro que de pequeños somos mucho más listos, porque todavía no estamos contaminados por esa racionalidad que lo empaña todo. Hemos descubierto que ellos sí son capaces de distinguir lo que es una silla, aunque esté representada por un simple cuadrado, o de abstraer su casa a las dos dimensiones sin haber visto antes un plano. Ojalá pudiésemos encogernos a su altura para volver a ver ventanas donde ahora sólo vemos líneas y abrir los ojos como platos ante casas que emergen sobre una cascada. Acabamos la sesión con una mezcla de nostalgia y satisfacción, orgullosos de notar, otra vez, que nuestros nuevos arquitectives están encantados con la experiencia.
Un abrazo.
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