El pasado 20 de junio presentamos SOLAR en el barrio de La Soledad, junto con el Ayuntamiento de Palma. Vecinos y curiosos conocieron el proyecto y nos contaron qué les gustaría mejorar de su barriada. Los niños, especialmente (¿Qué es lo que nos hace tan participativos cuando somos pequeños? ¿Por qué razón dejamos de serlo cuando pasamos del metro y medio de altura? ¿Por qué no aprovechamos mucho más las fantásticas ideas de los más menudos?...) vertieron toda su imaginación en los post-it de colores para contarnos que les faltan árboles, y asientos, y fuentes y, sobre todo sobre todo, lugares donde jugar a la pelota.
Porque curiosamente, en la plaza de La Soledad no se puede jugar a la pelota. El cartel de prohibición y los reproches (y amenazas) de los vecinos (adultos), lo dejan bien claro. Y ellos, los pequeños, se acercan a preguntar qué estamos haciendo, qué es tan importante para que nos creamos con derecho de echarles del espacio público, demonizando algo tan maravilloso como es jugar en la calle.
Nosotros les contamos que proyectaremos un vídeo, que presentaremos un proyecto, que vendrá la prensa y que, para compensar tal pseudo-expropiación de la plaza, los invitaremos a helado de chocolate. Nos miran incrédulos. Y les devolvemos la mirada, contrariados. Y en el mismo momento entendemos (ya lo entendíamos, pero lo sentimos con fuerza) que no nos podemos equivocar. Que necesitaremos más oídos que manos, que deberemos dejar nuestra prepotencia de adultos, y de técnicos, y de políticos, y de medios de comunicación para ESCUCHAR-LOS y saber entender lo que realmente desean. Para que, aunque sea poco a poco, dejemos de pensar que somos mejores que una pelota de fútbol.
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