Definimos espacio creativo como aquel entorno estimulante que fomenta la expresión, el desarrollo de ideas, la libertad y la experimentación para equivocarse y evolucionar. Un lugar donde los pensamientos fluyen, fruto de la flexibilidad y la capacidad de sorpresa; donde el juego, motor del aprendizaje y del trabajo en equipo, surge espontáneamente, contribuyendo a la evolución personal y los buenos resultados. Sabemos también que las mayores empresas del mundo ponen toda la atención en el diseño de sus sedes y en el cuidado de sus empleados, que compaginan (y mejoran) su trabajo con un masaje tailandés o una partidita de bolos.
Oficinas de Lego en Dinamarca
Recientemente, recalcábamos la importancia de la arquitectura escolar como herramienta de aprendizaje. Teniendo en cuenta que pasamos más horas en la oficina que en nuestra propia casa, no podemos sino ampliar esta idea al espacio de trabajo, ese lugar generalmente neutro donde día a día resolvemos situaciones más o menos complejas. Si trasladamos aquí el concepto de espacio educador, nos plantearemos la eficacia de muchas oficinas, de muchos despachos y salas de reuniones que, lejos de incentivar la creatividad, reproducen una y otra vez la escena de los módulos de Playtime.
Para hablar de todo ello nos hemos trasladado a Son Cabrera (Algaida), donde doce trabajadores de la empresa Tirme han redescubierto su entorno de formas poco habituales. El ritmo, los sonidos, las sensaciones e incluso ciertas contorsiones imposibles nos han servido para percibir el espacio como algo más que un volumen, para darnos cuenta de que la arquitectura va más allá de los cerramiento, que es capaz de emocionarnos y contribuir a la mejora de las relaciones, de la productividad y de los resultados en el ámbito laboral.
Muy buen artículo, enhorabuena!
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