CIUDAD Y
MEDIO AMBIENTE
Por Eduard
Cuadrado. Ambientólogo
Cuando un
científico intenta estudiar, analizar e incluso valorar una ciudad, puede
hacerlo desde muchos puntos de vista diferentes. Para un ecólogo, la ciudad es
un ecosistema, como lo son los bosques, las marismas o las praderas. Para un
físico, la misma urbe sería un sistema, con sus flujos de energía y sus ciclos
de materia. Un médico podría compararla con un paciente, estudiando sus ritmos,
su metabolismo, sus dolencias, sus enfermedades, etc. Un biólogo la equipararía
a un ser vivo, que realiza las tres funciones vitales: nutrición, relación y
reproducción.
Todas estas
visiones, bien interpretadas, son igualmente válidas para estudiar las áreas urbanas
actuales y planificar, en combinación con otras disciplinas más humanísticas,
como deberían ser las ciudades futuras.
Cada ciudad
tiene su propia estructura (peso, dimensiones, densidad, composición...) y su
propia dinámica (ciclos, flujos, ritmos...). El motor que las mueve y les da
vida son sus habitantes, entre los que destaca una especie dominante (el ser
humano) que comparte el espacio urbano y los recursos con otras especies de
seres vivos (animales, plantas, hongos, bacterias, etc.) presentes, casi
siempre, en menor proporción. Todos ellos forman parte de una extensa y
compleja red interactiva que los conecta y los hace interdependientes. Dicha
red se mantiene en un estado de equilibrio dinámico bastante frágil, debido
principalmente a la elevada dependencia que las ciudades tienen sobre otros
ecosistemas (muchas veces de distintos países y continentes) de donde obtiene
recursos o donde vierten sus residuos.
A partir de
esta visión de la ciudad, debemos plantearnos: ¿Como debe ser una Smart City (ciudad inteligente) des del
punto de vista ambiental? ¿Cómo podemos lograr que la ocupación del territorio
sea más respetuosa con el medio ambiente, con el planeta y con los habitantes
que viven en él?
En la naturaleza existen desde siempre
ecosistemas más resistentes y equilibrados, organismos más evolucionados y
adaptables, sistemas más independientes y autosuficientes. De este modo han
conseguido tener más éxito que aquellos otros que no cumplían esas
características. Es por
ello que las ciudades contemporáneas deberían tender a ser sistemas más
eficientes, con mayor autosuficiencia, con menor entropía y, sobretodo, capaces
de actuar y reaccionar ante los cambios ambientales, sociales y económicos que
en ellas se produzcan.
Conceptos
como resiliencia, ecodiseño, permacultura, biomímesis, agroecología urbana,
economía circular, consumo colaborativo, etc. se están aplicando a multitud de
proyectos e iniciativas que podrían dar lugar a nuevos modelos de ciudades.
Ciudades con nuevas estructuras y con nuevas dinámicas, más adaptadas a las
actuales crisis globales (la ambiental, la social y la económica). Ejemplo de
ello son las “ciudades resilientes” y las “ciudades en transición”, proyectos
muy interesantes en fase de prueba. Iniciativas como éstas, encaminadas a
lograr un futuro más sostenibles, centran gran parte de sus esfuerzos en disminuir
el impacto ambiental generado por sus ciudadanos (conocido como “huella
ecológica”). Así, es importante tener en cuenta que la clave de ese cambio, de
esa ansiada sostenibilidad ambiental y social de las urbes, ha de tener un
protagonista indiscutible: el propio ciudadano. Ha de ser éste quien mediante
sus acciones, sus cambios en los hábitos de vida, su consciencia ambiental, su educación,
sus conductas de consumo, su proactivismo... participe en la creación de esas
nuevas ciudades futuras.
Edificios más sostenibles gracias a la biomímesis
Según un
informe de Naciones Unidas, se prevé que para el año 2050 la población urbana
mundial llegará a los 6,5 billones de habitantes, el doble aproximadamente que
los 3,5 billones que había en el año 2010. Además, se espera que la tasa mayor
de crecimiento se dé en las ciudades de pequeño y medio tamaño, y no en las
grandes metrópolis. Éstos son
indicadores suficientes para empezar a replantearse las ciudades futuras,
lugares habitables adaptados a su medio, espacios agradables y amables con sus
ciudadanos.
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