El pasado fin de semana, tuvimos la
oportunidad de asistir a la jornada internacional “Infancia y espacio público:
un diálogo entre arte, educación y espacio urbano”, organizada por la
asociación de maestros Rosa Sensat y Urbanitas Berlín – Barcelona.
Los diferentes puntos de
vista expuestos en las ponencias supusieron un estímulo para contrastar nuestra
visión sobre el espacio colectivo (basada esencialmente en el criterio de
arquitectos y urbanistas) con la de antropólogos, pedagogos, artistas,
sociólogos, historiadores, profesores y estudiantes. En común, la preocupación
por analizar la ciudad desde el punto de vista de los niños, uno de los colectivos con más dificultades en el uso habitual y cotidiano del espacio público.
En las generaciones previas
a los años 50, jugar en la calle, ir al colegio, reunirse en las plazas, visitar
los parques o embarcarse en aventuras urbanas imaginarias no se consideraba una
actividad de riesgo. Hoy, lo habitual es encontrar plazas con carteles que prohíben
jugar al balón, calles tiranizadas por vehículos privados y espacios
especializados para el uso de los niños, generalmente pequeños parques vallados,
de fácil vigilancia y estrictamente homologados. Sin duda, esta necesidad de
control –que consideramos a todas
luces un retroceso- se debe al continuo proceso de deshumanización
que sufren las ciudades desde mediados del siglo pasado, provocada en gran
medida por la irrupción masiva del coche, que ha ido convirtiéndose en el
principal protagonista del espacio público. Esto, unido al cambio del modelo compacto
tradicional por una organización urbana expansiva y difusa, nos ha llevado a la
ciudad en la que hoy vivimos: una mezcla de espacios impersonales donde priman
la velocidad y el consumo, que fomenta los procesos de segregación a todas las
escalas.
Frente este panorama, citas como la del
dramaturgo alemán Bertolt Brencht parecen animarnos al compromiso de transformación
de las ciudades en lugares más justos y sanos:
No aceptes lo habitual
como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de
humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible
de cambiar.
De nuevo, el encuentro con profesionales
de diferentes ámbitos se convierte en un foro donde coger aliento y contrastar nuestra preocupación y entusiasmo por cambiar las cosas.
Muchas gracias a los organizadores y a todos los participantes por todo lo que allí pudimos compartir.
Muchas gracias a los organizadores y a todos los participantes por todo lo que allí pudimos compartir.
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