Cuando hablamos de escenografía, lo primero que nos viene a la cabeza es un teatro, con su escenario, su avituallamiento y todo aquello que los actores necesitan para hacernos comprender y compartir la representación.
En las ciudades, esa misma escenografía se traslada a los edificios, al mobiliario urbano, al espacio público y a cualquier elemento que configure el decorado de la mayor obra teatral conocida: nuestra vida cotidiana.
Hoy hemos querido centrarnos en una parte característica de ese escenario. Las fachadas, a través de sus aberturas, sus materiales, sus formas y su diseño, conforman el vacío urbano en el que "actuamos", a la vez que nos ofrecen una valiosísima información sobre lo que sucede tras ellas. Si las observamos con detenimiento, podemos adivinar fácilmente el uso, la edad y la ubicación de los edificios, descubriendo una nueva manera de dialogar con el entorno construido.
Pero el juego que hoy proponíamos iba más allá: tras deducir que nuestra fachada es la vestimenta que lucimos, ¿podríamos identificarnos con una tipología edificatoria a partir de la ropa que nos ponemos cada mañana?
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