lunes, 4 de octubre de 2010

Viaje a Barcelona. 2 de octubre de 2010

7:30 Caras de sueño, legañas, bostezos... el cóctel perfecto para encontrarnos e inaugurar la celebración del primer aniversario de Arquitectives. Mochila en mano, nos vestimos de rojo y partimos hacia la aventura: Barcelona, allá vamos.

9:30 Aterrizamos en la Ciudad Condal nerviosos, cargados de energía para descubrir todo lo que esta gran urbe esconde. La Plaza Cataluña nos parece inmensa, la Rambla, un río de sorpresas disfrazadas de mujer de bronce o de hámster chino. Tras una esquina, aparece nuestro primer destino: el MACBA. Ese edificio blanco, imponente, trasgresor con un Raval estrecho y enmarañado. Nuestros dibujos reflejan sus formas, sus materiales… y un bocata de jamón nos devuelve las proteínas necesarias para continuar el viaje.


11:30 Cual Teseo en busca del Minotauro, dejamos un hilo de lana hasta el patio central del CCCB, desde donde, gracias a la magia de la arquitectura, llegamos a ver el mar entre cuatro paredes. En el museo nos reciben decenas de laberintos, que recorremos con la mirada, con los pies, con los dedos y con el cuerpo entero, chocándonos contra los espejos mentirosos de la exposición. Finalmente, todos encontramos el camino hasta nuestra próxima parada: el pollo con patatas fritas.


14:30 Todos coinciden: el pabellón de Alemania es posterior a los edificios que lo rodean. Sus pilares metálicos, en forma de cruz, sus líneas rectas y sus grandes vidrieras no dejan lugar a dudas… ¿o sí? Sentados en las sillas Barcelona, descubrimos que Mies van der Rohe nos engaña, que su innovadora arquitectura nos hace pensar que su edificio fue construido hace poco tiempo cuando en realidad sacaba ya pecho en 1929, dando una lección de modernidad a sus coetáneos y monumentales vecinos.


16:00 Bajo las 37 plantas de la Torre AGBAR, aprendemos que existen maneras naturales de refrescar un edificio. Como no nos dejan subir hasta la cúpula, nos conformamos con visitar el vestíbulo de la torre más alta y colorida de la ciudad.


En un entorno sembrado de grúas, gastamos nuestras últimas energías deslizándonos por las barandillas del Teatro Nacional…

… Y regresamos a la isla con la mochila cargada de experiencias que difícilmente olvidaremos.


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